lunes, 28 de septiembre de 2009

Medalla Campaña Ashanti 1900


A principios de 1900, cuando el gobernador de la colonia británica de Costa de Oro, Sir Frederick Hodgson, exigió a la asamblea de jefes ashantis que le trajeran para sentarse la Banqueta Dorada, símbolo sagrado de la nación, sabía perfectamente cual sería la respuesta. La guerra de la Banqueta Dorada, la tercera y definitiva a la que el poder colonial británico recurría para doblegar al Imperio Ashanti tuvo, como las anteriores, su medalla propia.

Sir Frederick Hodgson, la Banqueta Dorada y el alma de los ashantis.
Durante el período que va desde finales del siglo XVII al siglo XVIII se produce en la parte de África que hoy conocemos como Ghana, un proceso por el que muchas de las culturas que hoy compiten en este planeta, incluída la anglosajona, tuvieron que pasar en su día: la conversión de un grupo de clanes cuya actuación conjunta era decidida de forma asamblearia, en una monarquía con un rey que toma la última decisión, una capital y un aparato simbólico y funcionarial.
Los ashanti tuvieron un especial éxito al dar este paso, y de dominados por las tribus vecinas, los akas, a principios del siglo XVII, ascendieron a dominadores 100 años después. Los encargados de llevar a cabo tal azaña fueron dos hombres excepcionales, el jefe Osei Tutu y el hechicero Okomfo Anokye. Mientras el primero conseguía la unión bajo su mando de los clanes, el segundo fabricaba el cemento que la mantendría en el tiempo. Según cuenta la leyenda, estando reunida la asamblea de jefes ashantis alrededor de su rey, ocurrió un fenómeno digno de la misma Bíblia. Una banqueta dorada descendió de los cielos envuelta en una nube de vapor y se posó en las rodillas de Osei. Okomfo, basándose en la antigua crencia, común en muchas tribus de esta parte de África, de que el alma de un hombre reside en su banqueta, interpretó el milagro de la manera correcta: el cielo legitimaba la nueva monarquía y la hacía custodia del alma de la nación, contenida en la Banqueta Dorada.
Y ahora volvemos al principio de esta historia, cuando Sir Frederick Hodgson pedía a los ashantis la Banqueta, sabía perfectamente lo que estaba haciendo… les estaba pidiendo su alma.



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